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EL DULCE PUNTO


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Entre los jirones Azángaro y Puno se encuentra uno de los cafés más antiguos de lima, “Huérfanos”, cuna de la familia Porcella y de los limeños de pura cepa, que entre bizcochuelos y capuccimos rememoran 112 años de tradición.

La alegoría campestre tatuada en unos manteles que enmarcan el patriotismo, cuadros de rojo y blanco que cubren aquellas mesas renovadas por los años. Vinos añejos que son sostenidos por una gran columna de cedro y un delicioso aroma a café y pastas que ensalza el viaje en el tiempo.

El líder fundado en 96 años de vida es el señor Aroldo Porcella Malatesta, un servicial y gentil hombre de voz calmada y tenue, pero el panorama de aquel tradicional lugar no se engalana con su presencia, en aquel lugar se encuentra de la misma forma servicial, un joven de castaña caballera y grandes ojos verdes azulados, es Francesco Porcella, nieto del fundador, o a quien el llama con cariño “Nono”.

Dos ambientes dan la bienvenida a un acogedor café de esquina con una panadería que varía entre las distintas formas que le dan a los panes, rellenos de manjar, con algún toque de ajonjolí, y un prodigioso restaurant que engalana con sus pastas y platos criollos

Banquillos de madera, vitrinas de vidrio empañadas de tiempo, y dibujos de flores empalmados en las paredes, aquellas paredes que guardan tantas tertulias de veteranos y nuevos clientes del tradicional y limeñísimo café de Lima.

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Los artefactos se detuvieron en el tiempo, al igual que ciertos utensilios del lugar, imaginar que aquí venían a almorzar personajes como el poeta Martín Adán o que el librero Juan Mejía Baca –que tenía su librería al lado– siempre pasaba a tomar algo y conversar un rato. También visitaron el lugar “algunos presidentes y un montón de políticos”, que ahora se rememoran pero sin dar nombres.

Postres de diferentes colores, sabores que enternecen el paladar de cualquier comensal, platos que son especialidad de la casa, como las lasagnas, ñoquis y las diferentes presentaciones de las pastas. Para las demás horas del día tienen un café que despierta y reconforta siempre.

El ambiente es cálido, existe una gran preocupación por el cliente, se observa a un joven Francesco seguir minuto a minuto a los clientes, compartir el gusto por el jamón del país, y uno que otro: “¿Todo bien?“. La gentileza es una característica que no se ha perdido en el tiempo.

“Los bancos de madera son el lugar perfecto para quienes vienen sin compañía a degustar, es el lugar perfecto para observar y apreciar trabajar a los jóvenes y veteranos mozos”, añadió Don Víctor Manuel (57) que lleva laborando en aquel lugar desde que tiene 17 años y aún continúa. “Mozos que alistan el pedido, que maniobran entre manos, dos tazas de café y tres canastas de pan”, recalco.

Panes de diferentes tamaños, pasillos adornados de trigo, y un delicioso turrón que espera a las 5:00 pm en la esquina de la mesa central.

La tarde transcurre lenta, y el paso del tiempo es desapercibido, el piso tiene la característica peculiar de imantar los pies, y la columna frontal se ha convertido en el mural de la historia y premios ganados por el café.

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El dinamismo del tiempo no sucumbe a la infraestructura del lugar, no hay espacio para el polvo, ni para infortunio. Las pequeñas canastas que llevan el pan de cada mañana, tarde y noche, son tejidas artesanalmente y acompañan el carácter rústico, acogedor y tradicional del lugar.

Media vuelta en la silla de madera y como arte de magia las personas se han multiplicado por diez, no sabes cómo, ni de dónde han salido, pero todas se aglomeran alrededor del turrón en aquella mesa central, no hay de necesidad de publicidad, no hay llamadores, solo el nombre del café en lo alto: Antigua Pastelería y Panadería “Huérfanos” SRL.

Puerta frontal y trasera, ambas amplias como aquellas casonas de antaño hechas de madera, pero protegidas por un riel de metal por cortesía del tiempo y para salvaguardar el local de la inseguridad de la noche. Jirón Puno y Azángaro albergan en sus calles un pedazo de nuestra historia, que gracias al público y a su historia perdura en el tiempo.

“Cada vez que vengo aquí es lo máximo hay tantas cosas ricas que ni uno mismo sabe que pedir”, declaro Romina Sastre (70)

Carlos (47), un caballero con un porte agradable, con terno negro y zapatos de vestir comento haber conocido al amor de su vida en aquel café. “A los 18 años vine por un café y un pastel, fue algo muy desagradable caerme delante de mi esposa me pare sonreí y me fui. Cada tarde iba por lo mismo, hasta que un día me atreví a conversarle y preguntarle como cual era su nombre, pues ella me respondió María quien en ese entonces era una señorita de clase venia bien arreglada pero en fin yo la conocí aquí en este lugar. Ahora llevamos diez años de casados y felices”.


 
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